Derie Fuentes Gerente del área Acuicultura y Ecosistemas Marinos
del Centro de Biotecnología de Sistemas Fraunhofer Chile Research.
Publicado originalmente el 11 de agosto del 2020, en Aqua.cl
“La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y los países, porque la crisis trae progresos”, versa una famosa frase atribuida a Albert Einstein, y que en estos tiempos se aplica mejor que nunca.
Ciertamente la pandemia que hoy vivimos a nivel planetario ha desnudado y reafirmado muchas falencias e inequidades que afectan a un porcentaje importante de la sociedad. Pero también ha acelerado y potenciado algunas características positivas de nuestro entorno, que en adelante deberían ser parte de nuestro ADN, de nuestra manera de hacer las cosas: un sello que sea reconocible como parte de la industria chilena.
Hace unas semanas leímos a gerentes de varias de las empresas salmonicultoras más importantes de Chile describiendo la adaptación tecnológica que han debido asumir, usando recursos on line que existían hace años, pero que por la carga de la rutina constante, o por otros motivos, no habían sido asimilados completamente. Esta transformación digital, que en la actual coyuntura pandémica nos permite mantener actividades esenciales y sobrevivir, debe acompañarse también de decisiones estratégicas que permitan el sustento a mediano y largo plazo de la industria acuícola.
Esta visión, que se basa en gran medida en inyectar innovación a los procesos, será decisiva para navegar con éxito hacia la reactivación de la actividad y al aprovechamiento de las oportunidades que se abrirán.
Es en ese escenario post-pandemia en el que la transformación biotecnológica de nuestra matriz productiva será esencial, ya que la sostenibilidad va a ser el motor económico de la próxima década. Aquí el modelo a seguir será el de la bioeconomía, entendida como: “la producción basada en el conocimiento y el uso de recursos biológicos para proporcionar productos, procesos y servicios en todos los sectores económicos dentro del marco de un sistema sostenible1“.
Basta con evaluar las tendencias de consumo o de cambios en legislación de los mercados a los que vendemos nuestros productos. Un ejemplo claro es el Pacto Verde Europeo2, que exige a todo aquel que quiera trabajar con la Unión Europea (UE) focalizar sus esfuerzos en el modelo bioeconómico, produciendo de manera sostenible, con impactos positivos a nivel económico y social y, al menos neutros, a nivel medio ambiental. Graficaré este último punto con dos ejemplos en los que la industria acuícola nacional puede generar un cambio radical a través de la transformación biotecnológica.
El primero se refiere al impacto ambiental que genera la actividad a nivel del fondo marino con la descarga de desechos y materia orgánica y que hasta ahora ha sido evaluado parcialmente a través de estudios físico-químicos y de diversidad biológica. Pero debido a la complejidad del problema, estas metodologías aún son deficientes en la entrega de información útil, lo que conlleva el atraso en la toma de acciones correctivas que muestren efectividad económica y ambiental.
Un segundo problema, también complejo, se relaciona con el escape de salmones desde centros de cultivo, los que podrían estar naturalizándose (sobreviviendo, adaptándose y reproduciéndose) en los cuerpos de agua alrededor de las agrupaciones de concesiones de salmónidos (ACS, también conocidas como “barrios”). Esto se asocia al grave riesgo de que lleguen hasta ambientes en los que podrían ser depredadores de especies nativas, vectores de enfermedades y resistencia a antibióticos, entre otras.
El estudio de ambos problemas para la generación de soluciones ha sido abordado desde la academia, ONGs y desde organismos oficiales como IFOP (Instituto de Fomento Pesquero), Sernapesca (Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura) y la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA), pero más bien con una respuesta reactiva desde la industria.
Para enfrentar ambas problemáticas, hoy existen herramientas biotecnológicas de análisis molecular masivo que la industria puede adoptar. Dos de ellas son la metagenómica y el eDNA, tecnologías que permitirían obtener, respectivamente: datos precisos respecto a las comunidades microbianas presentes en el entorno y su variación frente a la actividad; y detección específica de especies (peces, mamíferos, aves, crustáceos, etc.) presentes en diferentes cuerpos de agua alrededor de las ACS.
En ambos casos la información recolectada y su análisis e interpretación ayudarían al diseño de acciones correctivas más eficientes, llevando a la industria hacia el tan anhelado modelo sostenible y amigable con su entorno. Pero más importante aún, ratificando y consolidando su posición como líder en el mercado internacional, además de ser reconocida como un referente en la creación de valor y transformación biotecnológica.
Los ejemplos mencionados aquí son solo una parte de las posibilidades que abre la adopción de herramientas biotecnológicas por parte de la industria. Existen varias más, que se pueden aplicar en la detección temprana, portátil y on line de múltiples patógenos; en la evaluación masiva de efectos fisiológicos de nuevos ingredientes o aditivos previo a la preparación de nuevas fórmulas alimenticias; en la creación de nuevos tratamientos biológicos contra enfermedades o en el tratamiento y valorización de residuos, para avanzar hacia la economía circular, por mencionar algunos.
Tenemos la ventaja de contar en Chile con la capacidad científico-tecnológica instalada para el desarrollo de estos y muchos otros avances, y con una industria seria y líder a nivel mundial, que en estos 30 años ha crecido y sobrellevado crisis importantes. Es por eso que los invito a avanzar y ser activos en la transformación biotecnológica que será decisiva para la sostenibilidad del sector en las próximas décadas.
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